13 abr 2017

¿Aprendimos la lección? ... no vale, yo no creo

Cuando Chávez comenzó su mandato, los primeros opositores decían que iba a instaurar un comunismo, que iba a ser una dictadura, que iba a implementar algo parecido a la tarjeta de racionamiento de cuba…. Y muchos decían la tristemente célebre frase: “no vale, yo no creo”.

Poco a poco, con el paso del tiempo, se ha visto que mucho de lo que se pronosticaba se fue cumpliendo: se estableció un control de cambio, Chávez perdió un referéndum pero igual hizo lo que le dio la gana, hay presos políticos como arroz, para comprar comida hay que esperar el día que te toque en la semana, hay una escasez brutal, hay mercado negro de alimentos, el partido de gobierno controla todo, se expropiaron cientos de empresas privadas, hay racionamiento de electricidad y agua, hay captahuellas en los comercios para controlar quien compra qué y cuándo, el Gobierno es el que se encarga de distribuir la comida (con los CLAP), no se puede escoger qué comprar, solo lo que te toque y cuando te toque… si es que hay. No es exactamente igual al estilo cubano, como se decía que iba a ser, pero a la hora de la verdad aquellos rumores no eran totalmente falsos.

Entonces, los venezolanos comenzamos a recordar con rabia la maldita frase “no vale, yo no creo”, y los que la decían aprendieron que cuando el río suena es porque piedras trae, y que hay que poner atención a los rumores porque tal vez sean ciertos.

El problema es que ahora parece que el “no vale yo no creo” cambió a creer absolutamente todo lo que vemos en las redes o lo que diga cualquier persona en la calle o en un medio de comunicación, y repetimos como loros o retwiteamos cualquier cosa, para no caer de nuevo en el “no vale yo no creo”.

Durante las protestas del 2014, se publicó en redes sociales fotografías de protestas en otros países diciendo que eran las protestas de los estudiantes. Nadie se tomó la molestia de ver si el uniforme militar de la foto es igual al uniforme venezolano, o de ubicar en qué calle o ciudad es la foto; mucho menos buscar esa imagen en google a ver de dónde sale. No, la gente retwiteaba y compartía en redes una y otra vez estas fotos. Y los chavistas se dieron cuenta.

Hace poco, con las protestas de Abril del 2015 se han esparcido muchos rumores falsos. por ejemplo: la GNB lanzó lacrimógenas en la entrada de la Policlínica Las Mercedes en Caracas y un bebé resultó afectado, hasta aquí es cierto. Sin embargo, se comenzó a esparcir el rumor de que el bebé había fallecido. Enrique Capriles, en su programa de los martes que se transmite por Internet, desmintió ese rumor y regañó a la gente para que no viralizaran rumores falsos en las redes.

Los chavistas siempre se han aprovechado de las debilidades de la oposición. En la época del “no vale, yo no creo” aprovecharon para hacer y deshacer sin que nadie, o casi nadie, se diera cuenta en el momento. Ahora, con la manía que hay de creer en todo, los chavistas aprovechan los rumores falsos que circulan en la oposición para ridiculizarlos y para confundir.

Cuando hay un RUMOR FALSO, vemos que en los medios de comunicación chavistas, ridiculizan a la oposición, haciendo ver que somos imbéciles y creemos en cosas inverosímiles. Y por otro lado, cuando algo es real y se denuncia, los chavistas para confundir tratan de hacer creer que se trata de un rumor falso, comparando esa denuncia de un hecho real, con algún rumor que se haya demostrado que es falso, dejando a todos confundidos en un limbo donde no se sabe que es verdad y que es mentira.

Aunque no tengo pruebas, puedo asegurar que en algunos casos esos rumores falsos son creados por los propios chavistas para que la oposición haga eco de ellos y luego salir demostrando que son falsos.

Por eso, creo que hay que perderle la fobia al "no vale, yo no creo" y tratar de corroborar las noticias antes de esparcirlas como pólvora en las redes sociales. Dudar de todo en investigar, tratar de verificar las noticias o querer saber más, no es volver a caer en el pasivo “no vale, yo no creo”, es tener un mínimo de criterio y sentido común.

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